Y pensar que por la culpa de ese bendito curso acabé por conocerte, y comenzar con está tortura de tenerte cerca, de saber que te va muy bien y otras muy mal con él, de escuchar tu voz y saborear lo dulce de tu risa, de admirar por un instante tu sonrisa  blanca y a la vez perfecta, de tener que admirar la belleza tuya que buscas resaltar cada sábado cuando al terminar las clases lo irás ver y más aún de consolarte aquellas  veces que has de ponerte triste por culpa suya.

Nos vemos muy seguido, y cada instante mi mirada te busca, te espera para irnos juntos por la puerta tres, para que te rías de todas esas extrañas bromas que yo suelo hacer y que tan solo tú entiendes, para que comentes algo que te ha pasado, algo que a ti te agrada, como te fue en tu ensayo de danza, lo mucho que has disfrutado el último libro que leíste o me termines comparando con ese personaje de una serie de televisión que tú sola ves y que me has explicado tiene algo de mí.

El jueves se repetirá por la tarde nuevamente la ideal rutina esperada por mí, la de tenerte muy cerca, la de irnos juntos en esos nuevos buses que nos acabarán llevando a Independencia, la de la conversación que siempre querré que sea interminable y que nunca dejará de ser placentera.

Me quedaré con la alegría de tener tu cabeza recostada sobre mi hombro, de contribuir a que descanses un poco ya que tal vez te amaneciste trabajando o estudiando, sabré  que nos sentaremos juntos a donde vayamos y que estarás conmigo hasta la noche y que ese día terminará cuando te despidas de mí para partir a tu casa.

Esperaré a la respuesta que me reserva el tiempo, sabré perfectamente el día en que la puerta de tu corazón se halle abierta, les pediré  a las hadas un deseo y aguardaré por una respuesta tuya que mi corazón  andará anhelando junto a todo este tiempo.

29/11/10