He decido hablarte a ti, tiempo mío, que eres y que fuiste, que pasaste y ya no volverás, he decidido dejar de lamentarme sabes, ya no pensaré más en las oportunidades ni en mis amores contrariados, ya nos más tristezas imprevisibles e inciertas.

Todo lo anterior ha de quedar atrás, no de haber tormentos ni lamentaciones, no de a haber dudas, mucho menos culpas o arrepentimientos. Tampoco diré fue lo que dios quería o por algo pasaron las cosas, jamás lo haría,  sería poder  darle el crédito del azar a mis aciertos y el de la resignación a mis errores. Solo diremos que hemos constantemente de evaluar las cosas, de pensar y pensar, de ver más allá de lo que logran ver otros ojos, de ir más allá de mis propios miedos.

Hoy no ha sido un día bueno, supongo mi tristeza está controlada, supongo estoy bien, supongo todo mejorará, pero se también que depende de mi y de lo que haga, de lo que realmente desee construir para mi propio mañana.

Soñar es tan fácil y se siente tan bien pensar en ese inmenso mar azul  de grandes alegrías y proyectos, pensar, vivir de los sueños. Es muy cómodo (lo se),  pero eso no ha de bastar para avanzar, para seguir viviendo en este mundo que no es perfecto y mucho menos filantrópico, para este mundo que aunque no lo queramos admitir a veces, también es malvado y perverso.

Hay que hacer mucho y nuestro tiempo es tan corto, espero llegar a viejo, esa es mi gran batalla, sin detenerme nunca; trabajar hasta el último, hasta que el sueño eterno venga a llevarme.

Quiero morir para vivir, para seguir luchando, para ir matando cada una de mis tristezas, no quiero vivir muriendo resignado al azar y esperando simplemente. Quiero vivir, sentir, reír y llorar, quiero trabajar hasta mi último instante en espera de la única certeza verdadera que es la muerte; lo demás depende de mi,  de lo que haga aquí en esta mi única y verdadera vida, la mejor y por cierto la única que  yo tengo.