#ElPerúQueQueremos

Autorretrato

Publicado: 2012-04-09

No  soy el típico gilero, es decir de aquellos que andan año tras año esperando en la universidad el ingreso de una cachimba apetecible. Tampoco el típico conquistador, de aire patanezco o simplemente alardilón. Pero no sabes cómo me tranqueo por dentro cada que alguien simplemente  me gusta, todo un dilema existencial de que hablarle, de cómo hablarle y sobre todo de no cagarla.

Me reconozco entonces como un adorador de mujeres, lo cual es terriblemente cierto, me vuelve vulnerable y manipulable a la vez, en un estado de hipersensibilidad y que a veces aterra, ya que todo pareciera de dependiera de otra persona que escapa a mi libertad.

Soy despistado para darme cuenta si le gusto a alguien, aunque ello ha mejorado con los años de práctica de ensayo y error.

Soy simplemente un soñador, alguien que vive en un mar de divagaciones, de proyectos y de sueños, que últimamente he comenzado a aterrizar, que quiere ser feliz.

Veo en el arte el sentir de nuestra vida y lo que la alimenta, mi biblia es el Siddartha  de Hesse, mis pensamientos los epigramas de Wilde.  Me gustan los poemas de escritores diversos que siento míos, que cuentan parte de mi historia que desearía yo escribir y que a veces siento no haré nunca.

No creo en dios, aunque a veces me torno panteísta y en la mayor parte del tiempo agnóstico radical en una eterna búsqueda de  la verdad.

Mi relación con la muerte, esa idea que en una época se hizo más frecuente ha dejado de sonar por los mares de mis pensamientos, pero ahí está, sin embargo  sé que mi mayor logro será morir de viejo y quiero lograrlo.

La literatura la descubrí por mi soledad y mi lado introvertido, metido en mis pensamientos me aleje del mundo pero fui volviendo de a pocos porque una que otra musa se le ocurrió meterse en mi vida y me hizo volver. La literatura me  salvó de la locura en los momentos más tristes, pero también me condenó a ensimismarme en mis pensamientos y creer que era un predestinado que tenía su suerte echada. Pero cuando ya todo estaba perdido le encontré el rumbo en ese gran voluntariado que nunca olvidaré, así que me quedé en la carrera que estudiaba sin saber por qué.

Reconozco que soy muy frio a veces, que aparento me importa un pepino el mundo, pero pienso y reflexiono aunque a veces tardíamente. Supongo veo a veces cosas que otros no ven, he aprendido a mirar una flor como si fuese la única y la más bella, aprendo de muchas personas aunque a veces no reconozca sus talentos y busque minimizarlos.

Demando supongo gran atención, deseo contarle al mundo todo lo que pienso, a veces soy incoherente y es como si en vez de conversar hablase en voz alta. Tengo pocos amigos pero sé que puedo contar con ellos, y esa es mi certeza.

Desearía vivir solo aunque admito soy muy apegado a los grupos que pertenezco, me afecta en el fondo que alguien me trate mal, sobre todo si ya lo he comenzado a considerar uno de los pocos amigos que tengo.

Soy aquel que ayer nomás decía que nunca leería a Shakespeare, que iría a misa todos los domingos, que nunca leería poemas y peor que los escribiría. Aquel que no quería creer que  se sufriría por amor, que juró nunca jalar un curso, que soñaba despierto y no dormido.

Soy mi yo, mis circunstancias,  mis fantasmas y aprendizajes del pasado, mi futuro incierto, mi único presente; es decir,  como diría Benedetti “solo quisiera ser yo, pero un poco mejor” y eso me basta.


Escrito por

Ronald Oria Siapo

Lector que escribe


Publicado en

VIVIR PARA CONTARLA

Literatura, Psicología, Arte, Política. Escritos de otros lados y míos para compartir.