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Érase una rosa

Publicado: 2013-06-02

Aquel jueves como todas las semanas un grupo de jóvenes se reunían,  el lugar de siempre era motivo de bromas y risas. Había que planificar las actividades de allí en adelante, había que avanzar que el tiempo se pasa volando y todos quieren que la reu se acabe  para poder volver a casa temprano.

Mientras se esperaba por milésima vez al mismo miembro de siempre, quien fiel a su especial costumbre se encontraba en camino de llegar tarde de nuevo, se decidió pedir el menú del lugar. Claro esta que ya era la hora del almuerzo y entre el hambre y la espera, era al menos reconfortante acabar con el primero.

Los platos fueron traidos por el mozo, y en ese lapso de tiempo en que la gente allí reunida comía o charlaba una vendedora amenazaba mesa tras mesa a los comensales con un singular producto. No eran caramelos de limón, tampoco turrones arequipeños; tampoco algún lapicero o lapiz porta mina que viene con su borrador, tajador, clips y chinches con cabecitas de colores. Era algo diferente e inusual, el local esta frente a una univesidad, no era Febrero, tampoco la Plaza de Armas de Lima, ni mucho menos uno de esos innumerables parques de todos los colores y en todos los distritos y para todos los gustos en los cuales las parejas suelen encontrarse para prodigarse su amor. Pero vayamos al grano, eran rosas y rojas y la vendedora los ofrecía mesa tras mesa, sin mucho efecto y casi sin ningún monedero o billetera que amablemente se haya abierto a soltar el pago por aquel simbólico producto. 

Tenía que también llegar a la mesa de estos chicos, en donde el chico tardón no llegaba, en donde los platos ya comenzaban a quedar limpios. Nadie le prestó importancia por la conversación amena y de camaradería que entre los reunidos allí había. Para cuando una de las chicas decía al mozo que podía retirar su plato, fue consciente del regalo que allí los acompañaba, una rosa se había quedado en la mesa, la vendora ya quien sabe donde se había ido y la había olvidado. Fue en aque instante cuando uno de los chicos recordó vagamente junto a las recientes imágenes de la conversación haber visto a una vendedora ofrecer sus rosas a la vez que se inventaba parejas de la nada con un don de vidente convenida más que equivocada y mientras ofrecía sus rosas las iba dejando meses tras mesa sin tomar mucha importancia a los hombres y mujeres allí sentados. Se la debía haber olvidado a su segunda pasada mesa tras mesa para terminar la transacción monetaria o retirar el producto del "véalo  sin compromiso".

 Se había quedado allí la dama roja, nadie le tomó atención y nadie la quiso llevar consigo; se quedo en esa mesa abadonada, pero el sí que la quería llevar, pero no lo hizo, para qué si no tenía novia ni nadie a quien intentase acercarse con una mirada de brillo en los ojos. No había nadie entonces, o tal vez para él si hubo una vez una mujer, una sola hasta ese momento y comenzó a recordar todo de nuevo como en un fotografía, como en una película de su vida; recordó la Plaza de Armas, su declaración en un iglesia con pocos feligreses, a ella y a el sentados luego en un banca sumidos en un momento triste y tenso  y en silencio, recordó el beso que le dio en la mejilla ya que de la rabia no pudo dárselo en la boca como ella quería. Deseó tener a esa vendedora de nuevo, aquella que también en aquella ocasión ofreció rosas, aquellas que desdeñó en su amargura. Deseo entonces más que nunca volver al restaurante y tomar la rosa roja abandonada, subirse la micro y partir prevía bajada en Abancay rumbo a la Plaza de Armas. La banca, los faros, el señor con un carruaje que paseaba turistas seguirían allí; la catedral tal vez también para esa hora estaría abierta y con dos novios saliendo cojidos de la mano y seguidos de unos jubilosos invitados, todo tal cual seguiría igual allí; entonces el llegaría con la rosa corriendo como el impulsivo que para estas cosas siempre fue, solo que ahora ella ya no estaría, quién sabe dónde estaría ella ahora.



Escrito por

Ronald Oria Siapo

Lector que escribe


Publicado en

VIVIR PARA CONTARLA

Literatura, Psicología, Arte, Política. Escritos de otros lados y míos para compartir.